EL ASCENSO A RORAIMA
La ruta Roraima, es una aventura que todos deberíamos regalarnos aunque sea una vez en la vida. Para mi fue una experiencia fascinante; la recomiendo ampliamente. Haré el relato en dos partes por lo extenso del contenido. En esta primera parte, relato el ascenso al Tepuy hasta la llegada a la cúspide. En la segunda parte, les contaré lo que observé en la cima, les mostraré sus increíbles paisajes, relieves y particular clima.
Campamento base, al fondo el Tepuy Kukenán. |
Saliendo de casa
Salí de casa un día del mes de mayo, rumbo a cumplir la
ruta que me llevaría a los brazos del Tepuy Roraima; con mi mochila repleta de
sueños, feliz y la mejor de mis sonrisas, realmente me sentía plena y aunque mi
mochila pesaba, no me quejaba, estaba cumpliendo un sueño.
Inicio de la caminata al Roraima. |
Llegando al poblado indígena San Francisco de Yuruaní
Esta ruta la realicé con un grupo de excursionistas de varios estados de país, el punto de encuentro fue en Puerto Ordaz, en el estado Bolívar, allí nos dimos cita excursionistas, viajeros, mochileros y aventureros con el mismo objetivo, ascender al Tepuy Roraima. Después de solventar varios inconvenientes partimos en autobús a San Francisco de Yuruaní, población indígena, a 640 kms de la ciudad. Fue un viaje largo y agotador, nos esperaba el guía que nos iba a trasladar al Tepuy, un nativo de la comunidad.
San Francisco de Yuruaní
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Armamos las carpas y mientras se preparaba la cena, aprovechamos para conocernos mejor, cenamos y nos fuimos a dormir; después de un descanso reparador nos levantamos de madrugada y nos organizamos
para desayunar y prepararnos para comenzar la travesía. Llegaron
dos vehículo de doble tracción, conducido por dos personas muy atentas que nos transportaron a lo largo de un camino
de piedra y tierra de donde ya se empezaba avistar el gran Tepuy.
San Francisco de Yuruaní, saliendo a Paraitepuy |
Paraitepuy nos recibe
Después de una hora de camino, arribamos a una comunidad típica indígena, llamada Paraitepuy, allí nos registramos en la oficina de INPARQUES, los pemones nos dieron algunas sugerencias para el trayecto y nos indicaron: No extraer ningún mineral, planta o animal del Tepuy; desde este punto se pueden contratar guías y porteadores para el ascenso, en nuestro caso, sólo llevábamos un guía y cada persona cargaba su equipaje.
Aproximadamente, a las 11:00 am iniciamos la caminata, la ruta en esta primera etapa es muy suave, el camino es a cielo abierto, con montículos a lo largo del camino, atravesamos riachuelos donde recargamos agua y descansamos a la sombra de los arboles.
Iniciando la ruta, al fondo el Gran Roraima
Es recomendable llevar camisa manga larga, gorra y mucho protector solar para este trayecto, pues, normalmente es muy soleado.
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Al principio de la ruta empecé a caminar en grupo, ya más adentrada las horas me fui quedando sola, me detenía con frecuencia a tomar fotos y a descansar, mi mochila estaba pesada y decidí caminar a mi ritmo y disfrutar del camino; es particularmente especial, que cuando inicias la caminata tienes el Tepuy mirándote de frente y puedes ver como poco a poco te vas acercando a él, ves su imponente belleza y fuerza, sientes su energía atrayéndote, es como si fuese levantándose a nuestros ojos, es una sensación única.
Primer Campamento a Roraima
Luego de 4 horas de caminata suave, nos acercamos al campamento Ték, primer campamento a orillas del río del mismo nombre, en este lugar hay un quiosco donde venden refrescos, agua y chucherías o snacks, todo con altos costos, ahí pernoctan los viajero y turistas extranjeros.
Cuando llegué a este campamento estaba muy cansada, con calor, mucha sed y hambre, mi primer impulso fue tirarme en la grama a recuperar fuerza, luego comí algo ligero, me monté el morral y continué mi camino, el río no estaba tan crecido, pero por seguridad, algunos indígenas nos ayudaron a cruzar. Pasada una hora más de caminata, arribamos al tranquilo campamento Kamaiwa.ken, a orillas del río Kukenán, donde acampamos la primera noche.
El río Kukenán es una afluente que nace en el Tepuy de igual nombre y que desemboca en el río Orinoco, sus aguas son briosas y frías, posee una energía muy rica, basta bañarse en él para sentir como tu cuerpo se regenera y se dispone a continuar con el reto.
Cayendo la noche me bañé en esas heladas aguas, fue tan reparador y tan divino que me retiré todas mis prendas y disfruté de las caricias del aguas en mi piel. Fue una noche agradable, una generosa cena a la luz del fogón, armamos el campamento y nos dispusimos a dormir. Compartí carpa con un amigo, una gran persona a la que conocí allá mismo. Más o menos a media noche se desprendió un aguacero y el frío era intenso, realmente no me sentía cómoda en una carpa ajena, con una persona a la que apenas conocía, pero superé esa primera noche, ya después, estuve mejor al respecto. Por ahorrar en peso y espacio en mi bolso, no llevé mi carpa.
Campamento segundo día, al fondo pared del Roraima. |
Describir lo que se siente en ese lugar es difícil, hay que vivirlo, es una mezcla de plenitud e incertidumbre. En la noche nos reunimos en la cocina improvisada y disfrutamos de chistes, cuentos y anécdotas de las personas que asistimos y del guía. Esa noche, volvió a llover pero no hacia tanto frío, descansamos y cuando amaneció, seria el gran día de hacer cumbre, no imaginaba que lo que venia era el camino más difícil de la ruta.
Ascenso a la rampa de Roraima
Ascender la rampa, es todo un desafío, su camino es como una especie de escalera en forma de caracol que vas subiendo hasta llegar a la cima, el trayecto es entre bosque y riachuelos, con grandes rocas y caminos engorrosos de transitar.
Esta última caminata fue muy cansada para mi, por sus relieves, las depresiones del suelo y por mi mochila que se tornó más pesada al mojarse por la lluvia y la humedad del ambiente, llegamos a un lugar místico e impactante conocido como "La Pared", es la base del Tepuy, un área de gran magnetismo y donde la gente se acerca, ora, y pide permiso a los espíritus y al Gran Roraima para subir, aquí pude sentir como mis vellos se erizaban por la energía que lo circunda, me sentí plena, agradecida y muy feliz de estar ahí, lloré de emoción y gratitud, y a pesar de que llovía, fue uno de los momentos mas maravillosos vividos en esta aventura.
Continuamos el trayecto, que se tornó fuerte y muy extenuante, fue necesario emplazar a dos elementos que son requisitos mínimos para culminar con éxito un reto de este calibre; la resistencia física y la fuerza de voluntad. Un compañero de aventura me dijo: "Dale que tu puedes, allá vas a llegar con esto y se señaló su cabeza", tenia mucha razón, es necesario echar mano de toda nuestra fortaleza para no renunciar.
Ya en las dos ultimas horas de caminata me uní a una parte del grupo que iban relajados y que me ayudaron literalmente a subir, bellas personas, siempre prestas a colaborar y hacer más ligero el camino.
Después de casi 4 horas de caminata llegamos a un mirador fascinante, donde se apreciaba la Gran Sabana y parte de la comunidad de San Francisco de Yunuari, aproveché para tomar fotos, admirar los paisajes y disfrutar de la brisa que bailaba entre el Tepuy y el mirador, un poco más adelante empezó aparecer la magistral cascada llamada el paso "Las Lagrimas" Roraima, un monumento al alma de la naturaleza, una mujer vestida de novia, una virgen posando en la pared del Roraima, una oda al amor, son sólo símiles que ayudan a entender tan majestuosa belleza.
Después de casi 4 horas de caminata llegamos a un mirador fascinante, donde se apreciaba la Gran Sabana y parte de la comunidad de San Francisco de Yunuari, aproveché para tomar fotos, admirar los paisajes y disfrutar de la brisa que bailaba entre el Tepuy y el mirador, un poco más adelante empezó aparecer la magistral cascada llamada el paso "Las Lagrimas" Roraima, un monumento al alma de la naturaleza, una mujer vestida de novia, una virgen posando en la pared del Roraima, una oda al amor, son sólo símiles que ayudan a entender tan majestuosa belleza.
Al llegar a ese punto, es indescriptible lo que pasó por mi cabeza, superó mis expectativas ver caer la cascada en vuelo de ave y como la brisa seguía su danza para advertir la presencia de uno de los lugares mas extraordinarios del planeta, donde celosamente se guarda el secreto del gran Roraima. Fueron momentos de encuentro espiritual para mi, mi corazón latía muy fuerte, estaba exaltada, un poco de emoción y otro poco por el reto que tenia delante de mi, escalar una cumbre empinada, paralela a la gigante cascada, por donde corría el agua y la piedra suelta.
Con determinación emprendí el ascenso y empecé a escalar y trepar como pude, un rato a gatas, otro rato caminando, otro sentada, otro arrastrándome, el desafío era llegar a la cima y ya estando en ese punto, no había retroceso, tenía que hacerlo, y efectivamente, con paciencia, constancia y sobre todo seguridad, lo logré.
Ya sólo quedaban los últimos metros para pisar la cumbre, me detuve para asimilar y reflexionar; me encuentro a mis espaldas con parte de la pared vertical en la que culmina el Tepuy, les juro que ni la cumbre fue tan estremecedora para mi, como ese momento, poder ver tan de cerca algo que desde lejos o por fotos parece inalcanzable, recordar todo lo que había hecho para lograr llegar hasta ahí, su aire puro y único, su magnifica belleza y su realeza, realmente una gran bendición.
Esos fueron los instantes para la contemplación y la meditación. me hubiese gustado tener alas y desprenderme en vuelo desde ese santuario natural, me sentí tan viva, tan dichosa y tan impenetrable, nada hubiese podido dañar esos minutos de gloria que respiraba.
Y es así como aconteció mi ascenso al Tepuy, en la próxima entrega la segunda parte de Roraima (la cumbre.), donde concluiré con esta aventura y les dejaré ver lo que conseguí arriba del Tepuy.
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